El crédito hipotecario volvió a colocarse en el centro del debate económico y social. Luego de un primer semestre marcado por un crecimiento acelerado en la cantidad de operaciones, la segunda parte del año muestra un escenario de mayor incertidumbre, con entidades financieras que endurecieron condiciones, aplicaron subas de tasas y, en algunos casos, directamente suspendieron la recepción de nuevas solicitudes.
Los datos oficiales reflejan la magnitud del fenómeno: tras años de parálisis casi total, en el primer semestre de 2025 se concretaron unas 19.000 operaciones hipotecarias en todo el país. En la provincia de Buenos Aires, entre enero y agosto se registraron 73.006 compraventas inmobiliarias, de las cuales 12.430 se realizaron con la ayuda de un crédito, lo que representa el 17% del total. El salto interanual fue exponencial: solo en los primeros seis meses se verificó un aumento del 597% respecto de 2024, cuando se habían concretado apenas 1.718 operaciones con esta herramienta.
Sin embargo, septiembre encendió las alarmas. A la presión inflacionaria se sumó un dólar en alza —que acumuló más de 100 pesos en un mes— y un sistema crediticio que mostró sus limitaciones estructurales. Las tasas comenzaron a subir, la demanda a desacelerarse y algunos bancos decidieron poner un freno a la recepción de nuevas carpetas. Así ocurrió con el Banco Ciudad y el Banco del Chubut, que comunicaron la suspensión temporal de la operatoria.
En medio de este panorama volátil, algunas entidades todavía ofrecen créditos, aunque con tasas que resultan difíciles de sostener para la mayoría de las familias. El Banco Galicia lidera con una tasa nominal anual (TNA) fija del 15% más UVA, que asciende al 17% si el cliente no acredita su sueldo en la entidad. En la misma línea, el Banco Macro y el Santander mantienen tasas del 15% + UVA, mientras que el BBVA se ubica en el 14,5%. Por debajo aparecen el Banco Hipotecario con el 13,9% y el ICBC, que otorga un 10,5% para clientes con acreditación de haberes y 12% para el resto.
El caso del Banco Nación es distinto. Si bien ofrece la tasa más baja del mercado —4,5% anual más UVA—, el acceso se volvió mucho más restrictivo. La entidad duplicó los requisitos de scoring exigidos, pasando de 450 a 909 puntos. El scoring es una evaluación que hacen los bancos sobre la capacidad de pago del solicitante y su nivel de riesgo crediticio. El salto dejó fuera del sistema a miles de familias.
El ejemplo más gráfico es el de un préstamo por $100 millones en el Nación: se requiere acreditar ingresos mensuales por $2.026.741, con una cuota inicial cercana a los $500.000. En los bancos privados, aunque las tasas son más elevadas, las exigencias de ingresos arrancan desde los $1.100.000, lo que amplía un poco más el universo de posibles solicitantes.
La tasa promedio de los créditos hipotecarios UVA en la Argentina se ubica hoy en torno al 10,6%. La cifra contrasta con la realidad de otros países de la región: en Chile, por ejemplo, los préstamos hipotecarios rondan una tasa del 5,19% anual, con una inflación cercana al 4%. La comparación pone en evidencia las dificultades estructurales de la economía argentina para sostener un sistema de financiamiento estable y accesible a largo plazo.
Lo que había arrancado como un 2025 prometedor para el mercado inmobiliario empieza a mostrar señales de agotamiento. El fuerte crecimiento inicial estuvo motorizado por familias que vieron en los créditos UVA una oportunidad para acceder a la vivienda. Pero la suba del dólar, el encarecimiento del costo financiero y las mayores trabas de acceso complican las perspectivas.
Con este panorama, el desafío de los próximos meses será definir si el crédito hipotecario logra consolidarse como herramienta de acceso a la vivienda o vuelve a quedar relegado a un segmento mínimo de la población, en un país donde la demanda habitacional sigue siendo una de las deudas estructurales más profundas.
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