Con una mezcla de audacia, ternura y determinación, el reconocido médico y comunicador Alberto Cormillot sorprendió al público al debutar como acróbata y bailarín en el Circo Servian en Pilar. A sus 86 años, se animó a subirse a más de 15 metros de altura, realizar coreografías, trucos de magia y compartir escena con sus nietas, en una experiencia que definió como un verdadero acto de amor a la vida.
Todo comenzó a mediados de julio, cuando Cormillot asistió como espectador al circo junto a su esposa Estefanía Pasquini y su hijo Emilio. Fascinado por el show, se acercó a felicitar a los acróbatas al finalizar la función y les comentó que él también practicaba acrobacias. Días después, recibió un llamado del gerente del circo con una propuesta inesperada: participar del espectáculo. “Lo único que estaba esperando era que me llamaran”, confesó.
Con apenas diez días para prepararse, Cormillot asumió el reto con entusiasmo y disciplina. Ensayó durante cuatro jornadas de cuatro horas cada una, repitiendo los movimientos una y otra vez. “La preparación es minuciosa y exigente. El circo es divertido para el público, pero para quienes lo hacen, es algo muy serio”, explicó.
En escena, el doctor desplegó un repertorio cargado de emoción. Bailó “Zorba, el griego” con su profesor de tap, Agustín Almirón, y “La yumba” junto a su profesora de tango, Nair Shinca. Combinó giros aéreos y desplazamientos mientras sacaba pétalos de flores de sus bolsillos, bajo la atenta mirada de su maestra de acrobacias, Paula Illane. También deslumbró con trucos de magia, haciendo aparecer a sus nietas Zoe y Abril en escena. Las jóvenes, estudiantes de Artes Escénicas y Circo en la UNSAM, brillaron en monociclo, tap y acrobacias junto a su abuelo.
“El circo es lo mío”, dijo emocionado tras bajar del escenario, y anunció que volverá a presentarse el próximo 21 de agosto. En la segunda función del 30 de julio, además, estuvieron presentes su esposa Estefanía y el pequeño Emilio, cerrando una jornada llena de emoción y amor familiar.
Cormillot aprovechó la ocasión para dejar un mensaje profundo sobre la edad, la motivación y los límites. “Lo hago porque me gusta y el cuerpo me lo permite. No intento ser ejemplo de nadie, pero si lo fuera, sería de no decirse ‘viejo’ antes de tiempo. El juego no se termina con la edad”, sostuvo.
“El impulso para comenzar algo nuevo nace de la curiosidad. Pero además de la iniciativa, hay que tener compromiso, autodominio y perseverancia, siempre con flexibilidad. La obstinación no debe confundirse con la constancia”, reflexionó.
Desde el circo Servian, lo despidieron con un cálido mensaje: “Gracias Alberto, por tu ejemplo de constancia, generosidad y ternura. Tu participación no fue solo un show, fue un acto de amor al arte, a la vida y a los sueños. ¡Ya sos parte de nuestra familia!”.
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